2.7.11

No hay plan B...


Y es muy cierto, estamos asistiendo a la decadencia de un sistema económico por demás defectuoso, la especulación financiera no ha tenido límites, no hubo un FMI encargado de poner esos límites... el desborde de tal libertinaje financiero es la causante de lo que hoy ocurre con la moneda europea que busca no perder estabilidad. Cuando no hay plan B significa que algo está caduco.

Para Grecia sí hay un Plan B, como lo hay para cualquier Nación del mundo habitada por capital humano pensante (la historia se cansa de demostrarlo). No hay Plan B para el sistema y su capital financiero, tampoco para quienes están en el poder y carecen de ética. Hoy se está intentando rescatar ese capital financiero en detrimento del humano, no es la primera vez que ocurre, ni será la última. Pero es lícito permitirse pensar que no hay un Plan B, efectivamente, porque las privatizaciones (vaciamiento del Estado); el ajuste del gasto público que perjudica a los sectores desfavorecidos; el recorte en áreas sensibles a la justicia social; la libertad económica sin ningún tipo de regulación, que habilita la acumulación de riquezas en pocas manos, son parte de un Plan A que nunca permitió otro plan que no sea ese (el mismo Plan A que causó la crisis)... ¿por qué debería ser diferente ahora para ellos?.

El sistema actual supone relaciones económicas internacionales, ya no de un capital de producción en un mercado mundial, sino una relación mucho más fuerte y decisiva: entre deudores y acreedores globales, de contenido intangible, y cuyo vehículo es totalmente ajeno e invisible a los ciudadanos comunes de todas las Naciones del mundo, a los cuales se les pide austeridad, mayor fuerza de trabajo, responsabilidad civil e histórica al momento de pagar las deudas que, naturalmente, no ocasionaron. Se instala entonces una proyección del hombre frente a algo que no tiene; porque es la deuda quien posee al hombre, y no al revés.

En el trayecto que va desde la microeconomía, cercana al pueblo, a la macroeconomía, y más aún la economía global, hay un abismo que nos hace perdernos en el medio del camino. No hay posibilidad de comprender ese trayecto; la relación que un ciudadano común tiene con esta deuda financiera es inarticulable mentalmente e incomprensible (por lo tanto inaceptable de pagar por otra vía que no sea la sumisión)... y en este caso no estoy hablando del aspecto tecnocrático del sistema, ese universo negro que escapa al entendimiento de aquellos que no estamos en la materia; hablo simplemente de la relación obligatoria que se establece entre la deuda y los ciudadanos que deben pagarla, no sólo ahora en plena crisis, sino desde el momento en que el mundo se convirtió en una red crediticia y las Naciones comenzaron a relacionarse de este modo. Estoy hablando de la deuda, pero especialmente hablo de las personas que la pagan (y si eso no es el mundo ¿el mundo qué es?).

La crisis ha puesto a Grecia en un lugar de la historia que causa profunda tristeza: están entre la espada y la pared. Si Latinoamérica supo ser el laboratorio de las medidas económicas neoliberales, Grecia, como Nación autónoma, es el rehén entre el sistema financiero mundial y el sistema económico de la Unión Europea; realmente hoy no hay Plan B para Grecia. Y es este estado de impotencia lo que lleva a cuestionar la frase misma... no sólo por la verdad fáctica que encierra, sino, y peor aún, por la poquedad teórica que propone de cara al futuro.

¿Cuántas crisis más debe sufrir este sistema para despertar y apuntar hacia otro lugar?, si es que no se tomó conciencia viendo su peor costado; el que deja un tendal de hambre, miseria y pujas de exclusión en su natural funcionamiento (cuando no lo relativo a la ecología, la caducidad de los recursos naturales y la futura crisis de los alimentos), se espera que al menos sea cuestionado cuando en sus altibajos va mostrando su deforme estructura, basada en mecanismos irracionales e injustos.

Tener un Plan B es la verdadera responsabilidad histórica que deben asumir quienes hoy poseen el recetario en la mano. Por el contrario, el grupo de parlamentarios griegos que están con la soga en el cuello, asumiendo un compromiso a espaldas de sus ciudadanos, de histórico no tiene nada... la imagen de las manifestaciones reprimidas con violencia en las calles y paralelamente la del interior del parlamento Griego aprobando las medidas de ajuste, es la evidencia de una paradoja perversa que dilapidó el sentido de la democracia que esa misma tierra supo parir (al menos en lo que respecta a su término). Parece una burla del destino que todo esto se esté dando en Grecia.

Las manifestaciones sociales no nacieron hoy; las hubo en cada lugar donde las fallas del sistema se hicieron sentir... pero hoy se tornan más visibles, no sólo porque las consecuencias de las políticas de ayer derivaron en lo que hoy ocurre, sino porque la economía se hizo global, la comunicación y el conocimiento también, por consiguiente el reclamo corre la misma suerte. Estas manifestaciones sociales son diversas, las hay violentas, no violentas, culturales, individuales, colectivas, virtuales, territoriales, según las coyunturas y los grados de injusticia y agresión recibida, pero todas denuncian lo mismo, de eso no hay dudas: la acumulación de riquezas cada vez mayor.

El momento es histórico aunque las cosas no cambien ya mismo (los cambios son notorios cada 100 años parece ser)... porque esta es la manera en que nace una nueva idea política y se ganan los espacios.... todo aquello que va a ocupar el lugar vacío que está dejando el neoliberalismo.... esa idea que sabrá dejar atrás el Plan A, para dar paso al Plan B.


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